martes, 20 de julio de 2010

El CODIGO PENAL DEL MENOR




Por Isabel Franco

Se ha hablado y se está hablando mucho sobre la modificación al Código Penal del Menor con el objetivo de endurecer las penas o aumentar la condena a los menores de edad que delinquen y/o violan las leyes y principios que rigen nuestra sociedad.

Si miramos esta problemática enfocándonos en el origen o causas de la delincuencia en niños y adolescentes, entonces afectaríamos nuestra objetividad, que debería ser el aplicar las sanciones correspondientes, conforme a la falta cometida.

Si bien es cierto que no estamos cumpliendo como sociedad en suplir a estos niños y adolescentes sus necesidades básicas de alimento, cuidado, educación como lo establece la ley Núm. 136-03 DE FECHA 7 DE AGOSTO DE 2003, la cual modificó la Ley anterior No. 14-94, también no es menos cierto que la práctica ha demostrado que el manejo que se le está dando a estos casos ha causado que estos menores continúen en su carrera ascendente en el crimen.

La maravillosa Palabra de Dios, la Biblia establece en el libro de los Proverbios, capitulo 23, versículo7 TAL ES SU PENSAMIENTO, ASI ES EL, esto nos deja ver claramente que la persona es lo que su mente es, en consecuencia estamos hablando que estos niños o adolescentes delincuentes, ya no son niños y adolescentes, son mentes criminales en cuerpos de niños, lo que indica que si queremos producir cambios en ellos hay que cambiar lo que está dentro de ellos.

El mal ya ha sido engendrado en sus mentes enfermas, y no podemos ignorar esta lamentable verdad, analizando el origen o las causas de las mismas, y dejar que actúen sin pagar las consecuencias.

Está establecido que un niño ya a los siete años tiene conciencia del bien y el mal y puede ver la diferencia entre ambas cosas, razón por la cual, cuando va a hacer algo no bueno se esconde.

Es necesario que se apliquen sanciones más severas a los menores porque sus delitos así lo requieren, pero también se necesitan planes que conduzcan al mejoramiento del sistema de protección a estos menores desde su nacimiento, para que su realidad sea diferente y reducir las tasas de delincuencia juvenil.

Una buena medida sería la de construir lugares para éstos, y sembrar la semilla del bien en sus corazones, como ha sido el caso de numerosos delincuentes que han sido cambiados cuando Jesús entró en sus vidas. Citamos como ejemplo el caso de Niki Cruz sacado de una de las peores pandillas de los Estados Unidos por el predicador David Wikerdson, y ahora es un ministro del Señor, y otros miles de testimonios, que demuestran que el único que cambia al ser humano es Jesús.


Los padres juegan un rol fundamental en la solución de esta problemática pero hacen caso omiso, adjudicando toda la responsabilidad al gobierno de turno. Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” Prov. 22-6.

El principal problema nace en la desintegración familiar, tenemos hogares disfuncionales, en los que el padre o no tiene empleo, y si lo tiene lo que gana tiene como prioridad el beber sus frías, o ron, sin importarle las necesidades de su familia. La madre ha abandonado su papel de educadora y de quien vela por el bienestar físico y emocional de sus hijos y ella también se desentiende, asumiendo también la moda actual de los famosos colmadones y la bebida.

Estos niños crecen sin amor, con sus necesidades de todo género insatisfechas y son criminales en potencia, por la raíz de amargura que llena sus corazones.

Concluimos entonces que este es un problema de todos, no solamente del gobierno, sino de toda la sociedad, y que los menores que delinquen deben ser tratados conforme a los hechos.

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